«To the Wonder» de Terrence Malick

La industria del cine nos puede acostumbrar a la convención de que el medio es estrictamente narración, contar historias,  solo que la imagen-movimiento no las expondría, sino que las muestra. Hay cine que dice, hay cine que muestra y hay cine de estar. Terrence Malick logra con To the Wonder lo mismo que con su Tree of Life: aquí lo narrado impacta no por decirlo o mostrarlo sino por sólo anteponerlo cómo acontecimiento y permitir que los referentes personales propios de cada espectador sean el fundamento de la emoción misma.

De estilo «poético» en el cual el trabajo de cámara resalta por su preciosismo que captura el asombro de los pequeños acontecimientos de la vida de una forma natural, queda claro que a Malick en To the Wonder no le importa generar emociones a partir de la «identificación» con tal o cual personaje y mas bién le interesa el «estar ahí» de Heiddeger: no es esuchar o ver una narración, es estar. De alto poder sugestivo, el tema explorado puede ser impactante y de peso para quién se deje seducir por la película que esencialmente lidia con el tema del amor en dos polos: el amor como un Todo ontológico (espiritual) y el amor como la peculiaridad de una pareja de enamorados (carnal).

Ni siquiera queda en claro el nombre de los personajes, que poca falta hace, pero tenemos a una pareja conformada por un norteamericano, interpretado por Ben Affleck, y su bellísima novia francesa, actuada por Olga Kurylenko, quienes andan de viaje romántico por Europa. Al poco percibimos que ella es madre soltera y que él le prometio casarse y llevársela a su tierra natal norteamericana. Así los personajes son como sus lugares de origen: ellá es juguetona, culta y desinhibida como su París mientras él es un palo tieso, llano y plano como la sabana norteamericana donde vive; las personalidades chocan y el amor se pone en cuestionamiento.

Lo que pasa por trama sigue desenvolviendo eventos dramáticos: separación, dudas, engaño y reencuentros todos sugeridos por lo mostrado, sin exposiciones y con escasos diálogos entre monólogos en off que dan justo en el blanco en cuanto a lo que significan esos momentos. Así Malick nos genera pequeñas grietas desde las que vertiremos nuestras propias experiencias y significaciones; en este tipo de cine para que algo signifique hay que experimentarlo o anclarlo a la memoría del sentir la experiencia, no a la «gracia» o al chiste o a la moral del cuento.

En el otro polo se nos presenta al cura interpretado por Javier Bardem quién ahogado en sus propias dudas nos otorga breves pero tremendas reflexiones que contrastan los acontecimientos de la pareja; aunque como personaje en la trama pareciera sobrante, en el proceso de significación es la exploración del amor como un Todo, como espíritu. Sobra decir que el catolicismo de Malick es hermoso, vital, y aquí el cura tira algunas cuestiones lo mismo duras que enternecedoras: se pregunta por Dios, pero no por su existencia, definitivamente sabe que Existe, pero se pregunta el por qué lo Sabe existente sin poder sentirlo. En un sermón, da la clave interpretativa de la cinta:

There is love that is like a stream that can go dry when rain no longer feeds it. But there is a love that is like a spring coming up from the earth. The first is human love, the second is divine love and has its source above.

El primero es la pareja, el segundo es lo que sostiene a cada individuo de la pareja. En otro sermón, da otra clave interpretativa con esta magistral ilación sobre decidir, errar y perdonar, que es exactamente el ritmo de los acontecimientos vitales de la pareja:

We fear to choose. Jesus insists on choice. The one thing he condemns utterly is avoiding the choice. To choose is to commit yourself. And to commit yourself is to run the risk, is to run the risk of failure, the risk of sin, the risk of betrayal. But Jesus can deal with all of those. Forgiveness he never denies us. The man who makes a mistake can repent. But the man who hesitates, who does nothing, who buries his talent in the earth, with him he can do nothing.

Terrence Malick es uno de los mejores directores de cine vivos entendiéndolo como un autor; sus filmes capturan esos breves momentos especiales que suceden en el día a día y poco a poco significan sobre el quién nos toco ser en este mundo. Por su excelso trabajo de cámara, siempre apoyado por los mejores directores de fotografía siendo en este caso el Chivo Lubezki, a Malick lo tenía como heredero de Andrei Tarkovski pero lo cierto es que el director texano depende menos del artificio y lo poético lo logra por lo naturalista: no asombra como el director ruso por su claridad, mas bien transgrede porque sus películas son como la tira de los recuerdos vívidos que nos atosigan o confortan. De hecho Malick logra tan bien el ser ahí que para prescenciar sus filmes requerimos de un estado de ánimo muy especial.

¡Bello el día en que podamos entablar una comunicación con los seres amados con la sugestividad, claridad y honestidad sugerida en To the Wonder!

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