«Citizenfour» de Laura Poitras

Hay un tipo de cine que para fines de este blog hemos tenido a bien nombrar como «cine cosa seria» y que remite arquetipicamente a esas películas de corte narrativo en donde los acontecimientos que suceden a los personajes a pesar de carecer de acción o una exposición dramática sobreactuada uno denota que en sus conversaciones se tiran guiños implícitos y tácitos que hace del tema que sea que conversen algo brutalmente serio, algo que ameritariá atención e inteligencia, algo como quién se juega la vida si dice la frase equivocada. Si se requiere un ejemplo, recuerdese aquella escena donde en una noria Orson Welles platicaba muy candorosamente con Joseph Cotton en The Third Man, y en la cual podemos oler que, a pesar de que el último no se da cuenta, el primero estaba dispuesto a liquidarle si escupía algo que no le convenía escuchar.

Citizenfour, a pesar de su calidad de documental, quizá sea la película de «cine cosa seria» más seria que hayamos visto sumada a la pertinencia de que lo puesto en pantalla es un testimonio grabado de un acontencimiento que a final de cuentas es ya histórico y que se filmó mientras estaba sucediendo. A lo largo de la película no hay mayores sucesos espectaculares o aparentemente dramáticos per se, que de hecho, muy en sintonía a esas películas de «cine cosa seria» que normalmente ameritan a las adaptaciones cinematográficas de novelas de John LeCarre, bien podemos decir que el documental de Poitras también es del género del espionaje engolosinado con el de los soplones o whistleblowers.

A modo de texto la directora introduce la película narrando que en determinado momento ella fue contactada por un anónimo que firmaba como Citizenfour, y que este fulano le advertía que ella estaba en una lista negra de la CIA por sus incomodos documentales sobre Irak y Guantánamo, por lo que es que este soplón la escogió para pasarle información tan importante como peligrosa. Después la cinta contextualiza un poco el marco general del tópico de la película: que los Estados Unidos de America desde el 9/11 han venido construyendo un sistema de vigilancia electrónico (que bien encaja bajo los términos del Big Brother de Orwell) con el que pueden, sin mayores consdieraciones judiciales o legales, intervenir y espiar cualquier aparato de cualquier persona de cualquier parte del mundo. En algún material de archivo, un oficial de la CIA jura frente al congreso norteamericano que ese sistema de vigilancia solo es usado en casos de sospecha de terrorismo y nada más.

Y es presisamente esa injuria ante el congreso norteamericano que  Citizenfour se siente compedido a la parrestía: a jugarse el pellejo y demostrar con pruebas contundentes de que esas mentiras al congreso (entiéndase: la democracia) norteamericano esconden el más escabroso aparato de control jamás pensando en la historia de la humanidad. Por supuesto, Citizenfour resulta ser el hoy más que célebre Edward Snowden quién ha venido viviendo una de las cacerias políticas más estrujantes del presente siglo por parte del aparato de estado más escabroso sobre el planeta, el gringo, quienes le acusan de espionaje y por ende, de traidor, lo que le pudiera acreditar incluso a la muerte.

Sin embargo, aún como Citizenfour es que la directora Poitras, como el resto del planeta, no tenía mucha idea de quién era Snowden y quizá no se olfateaba el impacto que tendrían sus revelaciones. Así, la película cobra vida cuando la cámara de Poitras se enciende en el cuarto de un hotel de Hong Kong donde el soplón ha decidido encapsularse en lo que suelta sus leaks a los periodistas Glenn Greenwald, Ewen MacAskill de The Guardian y Barton Gellman de The Washington Post. Frente a la cámara de Poitras, a lo largo de 8 días de encierro observamos como es que el anónimo Citizenfour pasa por un decidido trance de parrestía durante el cual poco a poco nos acostumbramos a su nervioso rostro para que, al final, escape del hotel ya como Edward Snowden, el subcontratista de la NSA que ha revelado en forma contundente que los Estados Unidos de América es una nación que acecha impunente contra quién se le pege la gana ostentando una tecnología de espionaje que supera las lindes de la ciencia ficción. Y, por supuesto, la más substancial prueba de que las evidencias de Snowden son verídicas fue la tremenda intriga internacional que se componía diariametne en los noticieros: que Obama acusa a Snowden de poner en peligro inminente la seguridad norteamericana, que es un traidor, que si se le extraditará del país oriental, que si esta en Rusia, que si va escondido en el avión de Evo Morales y demás minucias que hace menos de dos años fueron una tremenda sacudida de consciencia de política globalizada.

Parte de lo que hace extraordinario el material es que a pesar de ser un evento de tremendas proporciones político internacionales la directora procura que los eventos, y Snowden, hablen por si mismos: la política right o leftie a lo Michael Moore no empañan los acontecimientos atestiguados por la cámara.

Michel Focault ya es polvo desde hace algunas décadas, pero ciertamente los eventos que vemos en Citizenfour le darían bastantes emociones ya que, por un lado, su teoría del estado todo poderoso que invierte una paranoica cantidad de recursos para controlar a sus propios ciudadanos ni de lejos ya es una teoría, y por otro lado, el propio Snowden que como parresiastes de la contemporánea globalidad digital toma su lugar con una no muy larga lista de personajes que historicamente nos llevan al Sócrates que paladeaba la cicuta.

Por supuesto, también no muy diferente al sacrificio socrático, quizá en la mayoría del planeta y más en las lindes comodamente clasemedieras de cualquier país primer o tercero mundista, el asunto de Snowden fue un escándalo más de las noticias que en apariencia no impacta en sus vidas cotidianas, lo que conlleva a toda una fila de analisís sociales y filosóficos que no vienen al caso enlistar aquí pero que para aquel quién pudiera estar leyendo esto debería saber que Citizenfour es quizá el documental más importante sobre la condición político y social contemporánea del planeta en lo que va del siglo XXI, misma que por cierto tiene unos tintes nada alentadores.

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